Boletín Especial 11

Una persona enterada empieza a hablar

Por Marc Pitzke, Nueva York

El despedido ministro de finanzas de EEUU., O’Neill, pone a su antiguo jefe en aprietos. En una entrevista televisiva ayer por la noche y en un libro reprocha a George W. Bush que éste planeó la guerra con Irak desde el inicio de su gobierno. De una manera sin precedentes, desenmascara el estilo de gobierno del presidente y los juegos intrigantes de su guardia de pretorianos.

Nueva York – El primer shock había llegado tan solo diez días después del juramento del presidente. El 30 de enero de 2001, George W. Bush convoca por primera vez a su consejo de seguridad nacional. El sorprendente punto “A” en la agenda de la ilustre reunión: Planes de guerra para derrocar al dictador iraquí, Saddam Hussein.

“Desde el inicio dominaba la convicción de que había que hacer desaparecer a Saddam,” recuerda Paul O’Neill, quien, siendo en aquel entonces ministro de finanzas, fue automáticamente miembro del consejo de seguridad y participante de la fatídica sesión. “Desde el primer momento se trató de Irak. Estas cosas fueron decididas desde el primer día.” Ninguno de los presentes hizo preguntas críticas (“¿Por qué Hussein? ¿Por qué ahora?).

Sólo ocho meses más tarde, el terror del 11 de Septiembre, sirvió para Washington como la razón moral oficial de la guerra, más tarde ligada con el cuento de quimera del servicio secreto, ya desenmascarado, de las armas de destrucción masiva iraquíes. Sin embargo, para ese entonces los preparativos internos de EEUU. (con conocimiento de O’Neill) ya estaban desde hacía tiempo en su estado final, incluyendo escenarios detallados para el orden de posguerra en Irak.