Boletín Especial 11

La guerra como un asunto decidido anteriormente

No obstante, los reproches de O’Neil no han sido sacados de la nada. Ellos confirman lo que de todos modos se ha estado cristalizando en creciente medida desde hace varias semanas: Que las razones de justificación de Bush para la guerra de Irak (el arsenal de armas, la conexión de Saddam con los atentados del 11 de Septiembre) son sólo una obra de adorno retórico para un asunto decidido ya desde hace tiempo. Y son apoyados por 19.000 páginas de documentos internos que Ron Suskind, ganador del premio Pulitzer y ex - reportero del “Wall Street Journal”, ha recolectado para su libro “The price of Royalty” (“El Precio de la Lealtad”):

Memorandums, notas manuscritas, gruesas carpetas de archivos, protocolos transcritos de las sesiones del consejo de seguridad – “cosas explosivas”, como afirma Suskind.

Más allá de esto, cientos de colaboradores del gobierno, entre ellos numerosos miembros del gabinete, proveyeron a Suskind en forma anónima información de fondo y sus notas privadas de las sesiones en la Casa Blanca. Sólo uno se dio a conocer por su nombre: O’Neill.

El asombro de éste acerca de su nuevo trabajo empezó inmediatamente después del juramento del presidente, a inicios de 2001. O’Neill, veterano de gobierno bajo Richard Nixon y Gerald Ford y más tarde jefe del consorcio de aluminio más grande a nivel mundial, Alcoa, a su regreso a Washington, estaba preparado para todo – pero no para lo que evidentemente era la prioridad del gobierno: el derrocamiento de Saddam.