«Debe haber castigo...»
Muy a menudo, la culpa de esto la tiene la educación por parte de los padres, quienes en muchas ocasiones dejan mucho más que desear de lo que es bueno para los adolescentes. Y todo esto se acumula, tanto la errónea y escasa educación como también las trasgresiones, donde los niños y adolescentes todavía no han tenido tiempo para acumular experiencias, educarse a sí mismos en el marco correcto y darse cuenta de cuál es realmente el sentido de la vida y qué deben hacer realmente de sus vidas. Pero entonces surge la pregunta: ¿Cómo pueden los padres transmitir la educación correcta y la orientación correcta para la vida a los niños y los adolescentes, cuando los padres mismos no tienen noción alguna de ello? A todo trasgresor, sea joven o mayor de edad, se da el consejo de, a pesar de todo, nunca abandonar la esperanza de poder mejorarse con el transcurso del tiempo y de integrarse a la sociedad con todas las obligaciones y responsabilidades que esto trae consigo. Sin embargo, hay que crear la comprensión y la motivación, así como la voluntad para ello, pues sólo así se puede pensar, sentir y actuar positivamente y canalizarlo todo por vías útiles. Cada ser humano es capaz de cambiar, de transformarse, de mejorar, de renovarse y de hacer de sí mismo lo mejor posible. Cada ser humano posee un cerebro que por lo regular es de la misma estructura como el del prójimo y que normalmente también alberga el mismo potencial que sólo hay que aprovechar. Y así sucede, que aún cuando el ser humano sea ignorante y tenga la conciencia confundida, siempre existe la esperanza que todo se transforme hacia lo mejor, lográndose así desarrollos positivos. Por lo tanto, fallará sólo aquel que deja decaer la voluntad y el ánimo para el progreso, para lo mejor y lo valioso. Así, cada ser humano, y también el de mayor riesgo delictivo, es solamente tan pobre en todas las cosas de la existencia, en sus pensamientos y sentimientos, en su amor y en su libertad interior, así como en su alegría y armonía, como también en su dicha y su paz interior, en la medida en la que él mismo ve todo y cómo le da forma a todo dentro de sí mismo.
26 de Enero de 2004, 00:43 hrs.
Billy