«Debe haber castigo...»

En general, las personas criminales o quienes han cometido un delito grave o leve son internados en una prisión, una penitenciaria o campo de castigo, para que sean excluidos de la sociedad. Esto se aplica también para terroristas solitarios u organizados, cuando la justicia los detiene. Pero existen también los poderosos mandatarios, presidentes de estados y dictadores que igualmente se han salido del control de la mente humana sana, pues son asesinos, criminales, matones, terroristas y destructores que han sido legitimados por el estado. Y son ellos quienes se escapan de todo castigo sin que se les toque un pelo, porque están protegidos por leyes de dudosa calidad y por la gente tonta e insensata y desatinada que los apoya. Así es como en forma autócrata y jugando a ser como un dios, pueden pronunciar la pena de muerte y mandar a asesinar a seres humanos en forma legal, y también pueden, inescrupulosa e irresponsablemente, provocar guerras y asaltar otros países sin que se pida cuentas por ello. Por lo tanto son malas personas que deben ser relevadas de su libertad y excluidas de la sociedad en forma punitiva. Si esto no sucede, continuarán comportándose de una manera asocial, violenta y asesina y abusarán de sus degeneraciones y su poder ante los honestos y los más débiles. Los criminales e infractores simples aún pueden mejorarse y convertirse en valiosos miembros de la sociedad mediante medidas punitivas adecuadas, pero por lo regular esto no es posible con los criminales violentos de notoriedad, entre los que están también todos los conocidos terroristas que a menudo son también poderosos de estado, presidentes, comandantes supremos y dictadores, etc., quienes propagan inmensos sufrimientos y miserias. Por lo tanto, con respecto a criminales violentos no se debe pensar sólo en simples criminales y asesinos, sino especialmente en los poderosos del mundo, pues son ellos quienes traen los peores males a los seres humanos, masacrando por miles y millones – mediante la pena de muerte, guerras, masacres y acciones de servicios secretos, etc. Y el colmo de la burla es que estos terroristas y culpables de crímenes contra la humanidad son además elevados y aclamados al nivel del heroísmo por los insensatos del pueblo. Así es como algunos criminales dirigentes de fuerzas armadas y presidentes estatales, asesinos o dictadores son celebrados como grandes luchadores, conquistadores y héroes, aunque en realidad sólo son cobardes y bocones y fallan completamente si ellos mismos tienen que ejecutar sus propias órdenes.

Y tales miedosos, haraganes, y cobardes, chillones, debiluchos y quejosos se hacen rápidamente en los pantalones cuando les toca en su propio cuero. Sus actitudes prepotentes existen sólo mientras están en el poder y pueden usarlo sin escrúpulos. Y ese poder lo utilizan para vejar y asesinar al prójimo.

Así, mandan a ejecutar a otros que han cometido delitos, asesinatos y acciones criminales en menor medida, mientras que ellos mismos están protegidos por la ley y por la demencia del pueblo que los aclama. Y en muchos casos son también ellos quienes, al lado de otros en posiciones de poder, se apoderan injustamente de inmensas sumas de dinero, sin que se les persiga o castigue jamás. Y muy a menudo usan su dinero obtenido en forma indebida para dirigir injustas y fraudulentas campañas de elección para llegar al timón de un gobierno. Sin embargo, por otro lado, aquél que por necesidad y desesperación roba algo de dinero o algo para comer, por necesidad y desesperación, para alimentarse a sí mismo o a su familia, es esposado y humillado en público, mientras que los verdaderos criminales son alabados grandiosamente. Uno puede verlo como quiera, pero la verdad es que cualquier ser humano que apoya estas cosas y maquinaciones es un criminal, por lo tanto toda persona que diga sí y amén a esto debería ser castigada por ello. En este caso no se puede hablar de un potencial acto delictivo, pues un apoyo significa un crimen de facto con respecto al amor, a la libertad, a la paz y a la armonía de las personas. Y la verdad es que éstos que son encarcelados no son peores que todos los demás en su interior. De hecho, son seres humanos como todos los demás, si es que no son criminales violentos de notoriedad. Ellos son seres humanos que simplemente sucumbieron ante alguna ceguera o avaricia, ante su rabia y sus celos, su afán por el lujo o el cumplimiento de un deseo, una adicción o un vicio, etc., de lo cual, en última instancia, sufren todas las personas que no pueden controlarse a sí mismos hasta en el último detalle de su personalidad. De ese modo, el uno sufre de estas cosas más que el otro, pero cada uno necesita ayuda. Por lo tanto es el deber de las personas ayudarse mutuamente, tratando a cada uno tal como le corresponde, como un ser humano.

Esto quiere decir que ni el individuo ni la sociedad deben juzgar injustamente a aquellos que han cometido una falta y que deben ser sometidos a un castigo. El castigo siempre debe ser humano y mesurado, y nunca debe basarse en odio, venganza y desquite. Todo ser humano, sin importar el delito que haya cometido, es ahora como antes, un ser humano de valor íntegro que es parte de la sociedad, quien muy bien puede cambiar. Y esta posibilidad también existe si la persona falible es totalmente degenerada y debe ser excluida de la sociedad de tal manera que la única posibilidad de protegerla es mediante una prisión, una penitenciaria, un campo de castigo o un lugar alejado de expiación. Pero esto significa que a pesar de ello, él sigue siendo un miembro de la sociedad y se le debe dar la posibilidad de aprender, de seguir siendo humano y de ofrecerle la seguridad de su cuerpo y vida, como también la posibilidad de realizarse como un verdadero ser humano. Es tan fácil insultar los criminales, los terroristas, fanáticos de sectas, los criminales violentos, los asesinos y los poderosos de estados irresponsables, criminales y terroristas, y condenarlos hasta el infierno y desearles la muerte y todo lo peor, hacerlos ejecutar e incluso torturarlos física y psíquicamente. Sin embargo, ellos también son seres humanos que tienen un derecho para vivir, aún cuando ellos mismos mandaron a matar a un ser humano o a muchos o incluso si mandaron a asesinar a miles o a millones de seres humanos mediante la guerra y el terror. Nunca se debe juzgar a las personas con la misma medida con la que ellos cometieron sus acciones. El odio, la venganza y el desquite nunca deben ser una medida de castigo por algún crimen, por muy grave e inhumano que sea, pues el odio, la venganza y el desquite son igualmente degeneraciones de lo peor, como lo son también los crímenes violentos de los falibles. Desde luego, los criminales violentos, delincuentes, asesinos, terroristas y todo tipo de criminales contra la humanidad no deben salirse de ello como si nada, y por lo tanto deben ser castigados. El castigo, la medida del castigo y la ejecución del castigo, sin embargo, siempre deben ser y permanecer humanos y nunca deben poner en peligro o herir el cuerpo ni la vida de los falibles.

Un castigo y la ejecución de un castigo siempre deben realizarse de acuerdo con el amor al prójimo y en forma humanitaria.

Una ejecución de castigos en forma humanitaria debe ser realizada de tal manera que los falibles reciban una orientación apropiada respecto a todas las cosas necesarias para llevar una vida recta y justa, así como una conducta respetuosa y digna, y también sobre el valor de toda vida, tomándose en consideración también el ejercicio de la meditación. También debe ser una condición que se le muestre el camino para alcanzar la paz interior así como la libertad y la armonía interna y el camino por el cual los falibles puedan liberarse de los sentimientos de culpabilidad cuando éstos se manifiesten. La ejecución del castigo precisa también que no se les profese ni odio ni falta de amor, sino amor y confianza para que ellos puedan enfrentarse con ello y también puedan aprender de ello. Si los castigos de los falibles no son de permanecer separados de la sociedad por toda la vida, sino de ser puestos nuevamente en libertad, entonces habrá que trabajar con ellos con el fin de que antes que sean puestos en libertad se transformen en personas rectas, tratables, sociables y satisfechas, así como trabajadoras. Esta transformación debe ser de tal manera que la confianza depositada en la persona transformada vuelva a tener una base justa y que ella vuelva a ser capaz de ser portadora de los valores humanos para que pueda volver a vivir en la comunidad de la sociedad. Si hoy en día uno observa a las personas con más riesgo de caer en la delincuencia entonces uno se da cuenta, con tristeza, que son especialmente los adolescentes quienes se encuentran en el yugo de las leyes y son castigados. Son adolescentes masculinos y femeninos cuyas vidas en realidad apenas han comenzado, pero que a raíz de múltiples circunstancias ya están echadas a perder. Puede ser el alcohol, un cierto recelo al trabajo, el afán de lujos y diversiones, el uso de drogas, la mala compañía, falta de experiencia, prostitución o un ambiente socialmente difícil, por lo cual son inducidos a hacer cosas injustas y a entrar en conflicto con la ley.

Muy a menudo, la culpa de esto la tiene la educación por parte de los padres, quienes en muchas ocasiones dejan mucho más que desear de lo que es bueno para los adolescentes. Y todo esto se acumula, tanto la errónea y escasa educación como también las trasgresiones, donde los niños y adolescentes todavía no han tenido tiempo para acumular experiencias, educarse a sí mismos en el marco correcto y darse cuenta de cuál es realmente el sentido de la vida y qué deben hacer realmente de sus vidas. Pero entonces surge la pregunta: ¿Cómo pueden los padres transmitir la educación correcta y la orientación correcta para la vida a los niños y los adolescentes, cuando los padres mismos no tienen noción alguna de ello? A todo trasgresor, sea joven o mayor de edad, se da el consejo de, a pesar de todo, nunca abandonar la esperanza de poder mejorarse con el transcurso del tiempo y de integrarse a la sociedad con todas las obligaciones y responsabilidades que esto trae consigo. Sin embargo, hay que crear la comprensión y la motivación, así como la voluntad para ello, pues sólo así se puede pensar, sentir y actuar positivamente y canalizarlo todo por vías útiles. Cada ser humano es capaz de cambiar, de transformarse, de mejorar, de renovarse y de hacer de sí mismo lo mejor posible. Cada ser humano posee un cerebro que por lo regular es de la misma estructura como el del prójimo y que normalmente también alberga el mismo potencial que sólo hay que aprovechar. Y así sucede, que aún cuando el ser humano sea ignorante y tenga la conciencia confundida, siempre existe la esperanza que todo se transforme hacia lo mejor, lográndose así desarrollos positivos. Por lo tanto, fallará sólo aquel que deja decaer la voluntad y el ánimo para el progreso, para lo mejor y lo valioso. Así, cada ser humano, y también el de mayor riesgo delictivo, es solamente tan pobre en todas las cosas de la existencia, en sus pensamientos y sentimientos, en su amor y en su libertad interior, así como en su alegría y armonía, como también en su dicha y su paz interior, en la medida en la que él mismo ve todo y cómo le da forma a todo dentro de sí mismo.

26 de Enero de 2004, 00:43 hrs.
Billy