Boletín Especial 2

Y por eso me despiertan por las noches mis preocupaciones, porque veo que cada uno persigue sus propias cosas egoístas, en el fondo insignificantes, y ninguno se siente realmente responsable por la humanidad de la tierra. En tanto se puedan vender a los pueblos de la Tierra los infames juegos de músculos, y las groseras posturas amenazantes, discursos tensos o rastreras adulaciones, el fanatismo y las falsas apariencias como si fueran signos de verdadera fuerza y mientras los pueblos se dejen engañar ciegamente por semejantes falsedades, entonces pasaré muchas horas en mi cama sin dormir, preocupado pensando en la situación mundial. En realidad, sería relativamente simple encontrar un camino factible para la coexistencia pacífica de todos los pueblos si se estableciera finalmente en todas las personas de esta Tierra la introspección, el entendimiento, el valor civil y un real y honesto deseo por la paz. Si cada ser humano reconociera finalmente y comenzara a vivir de tal forma que todos los seres humanos, como tales, tuvieran igual valor e igual legitimidad, igual responsabilidad e igualdad en sus derechos y deberes, aún cuando la Naturaleza y la evolución ha creado una gran variedad de lo agradable y lo desagradable, inteligente y tonto, ingenioso e ingenuo, razas de varios colores y diversos caracteres y culturas, entonces se abriría el camino a un mundo en el cual cada persona podría ser sí misma y ser fiel a su propio camino sin que deba de subyugarse humildemente ni arrastrarse ante personas supuestamente superiores.

La verdadera grandeza de un ser humano no se caracteriza por la desconsideración, el egoísmo y juegos infantiles de quién tiene más fuerza. Tales cosas las necesitan solo las personas débiles, sin carácter y de conciencia deteriorada con una distorsionada percepción de sí mismos, que no saben quienes son ellos mismos ni cuál es su deber en la vida. La verdadera grandeza se demuestra cuando toda persona es aceptada en su forma de ser y en su carácter. Se demuestra por medio de la honestidad, por medio de la franqueza y la capacidad de empatía, por medio de la razón y las virtudes de tener empatía, por lo cual se hace posible una relación pacífica entre cada uno, sin vivir a expensas de otra persona y sin negar para el bien de todos la contribución personal a la comunidad humana. La verdadera grandiosidad se muestra de la forma más concreta en el razonamiento honesto y en el sentido de responsabilidad por el propio bien y por la vida, como también situando al mismo nivel la responsabilidad por el bien y la vida de todos los demás seres humanos. Pero los políticos, mandatarios y la mayoría de las personas de la llamada vida pública están inmensamente lejos de ello, y los que están más lejos son los agitadores por la guerra, los provocadores de guerra, que están sedientos por la sangre de supuestos enemigos, quienes no son sino seres humanos como los irresponsables mismos.