Boletín Especial 2

Pero cuando veo la facha de Bush, quien luce una franca estupidez sin fondo, autocracia, una gran demencia y sed de sangre, un afán por la guerra y desprecio ante la vida humana en una forma completamente irresponsable, entonces esto es duro para mí, y mi corazón late fuertemente en mi pecho, pues me pregunto en dónde terminará todo esto. ¿Por qué solo unas cuantas pocas personas ven que Norteamérica no es el país más fuerte, sino el más débil, inestable y primitivo de todos los países civilizados? El permitir que la egoísta, tonta, inescrupulosa e irresponsable Norteamérica, con su incapacidad para la paz, su maníaca sed de poder y dinero tome el papel de “policía mundial” y simplemente dejarles hacer a Bush y sus satélites y seguidores que hagan de las suyas, significa “ahuyentar a los demonios con Belcebú”, porque ellos empujan al mundo entero hacia una catástrofe imprevisible. Chorreando y apestando de autocompasión y arrogancia, Bush se enaltece como estricto juez sobre los terroristas, los cuales él mismo produjo y por esa razón solo contra él se dirigen, pues él mismo, y la mayoría de gobiernos norteamericanos previos, son los más despiadados y pérfidos terroristas y asesinos incendiarios que jamás ha visto nuestra Tierra. Y todos ellos son apoyados por un conglomerado de aparente pueblo, que en su ilimitada necedad, estupidez y deficiencia mental y en total desvarío de creencia ciega a sus políticos y líderes creen cada porquería y se dejan arrastrar y llevar del cabestro al precipicio, porque son demasiados sectarios, fanáticos, creyentes de demencias y muy santurrones como para reconocer la verdad y poder aceptarla. Y así se llama, desde mi punto de vista, el peor y más peligroso barril de pólvora sobre el que estamos sentados, desprevenidos y confiados, no se llama terrorismo, Palestina, Irak o Corea, sino simplemente: Norteamérica.

Un acercamiento a la paz solo se puede alcanzar mediante largos procesos, actitudes defensivas, lejos de cualquier provocación, por medio de conversaciones honestas y por medio de una justa implementación de pactos correctos, en los que todos los participantes son considerados de igual manera. No se puede realizar por medio de la puesta en marcha de ejércitos de guerra de millones de soldados, no por medio de discursos aduladores, mojigatos y falsos y acciones bélicas, y tomando el papel de patriarcas omnipotentes que dan la apariencia de hacer todo para el bien del pueblo para así poderlos explotar más fácilmente y para cubrir sus propias intenciones criminales con una aparente legalidad, ni tampoco a través del ciego fanatismo. Pero para esto se necesita más inteligencia, más talento, más capacidad de empatía y humanidad, que lo que todos los políticos que conozco puedan demostrar.