La Enseñanza del Espíritu

  1. El conocimiento significa el poder, y precisamente esto es lo que quieren tener y utilizar las religiones y las sectas para sacar lucro. Las personas a las que se les retiene el conocimiento se vuelven crédulas y caen víctimas de las religiones y de las sectas, volviéndose sumisas como perros, y pierden tanto la libertad de pensar, como también la libertad de decisión y la libertad en general. De esta manera, pierden también la tolerancia ante otras personas, así como también ante otras formas de vivir y otras formas de pensar, entre otras cosas, y se vuelven tan aferradas a sus creencias que se enfurecen cuando sus creencias son vistas con una actitud crítica por personas que creen en otras cosas, o simplemente por personas que tienen otra opinión. Sin embargo, es justamente la tolerancia entre la gente lo que es necesario si el hombre quiere vivir y llevarse con otros en amor y armonía. Pero para esto, él no necesita ninguna creencia, sino la verdad y la certeza de que ante la naturaleza y el todo poderío de la Creación, todos los seres humanos son iguales, sin importar qué o cómo sean, sin importar su raza, el color de su piel o su nacionalidad, y sin importar si son cristianos, musulmanes, judíos, hindúes, budistas, confucistas o algún sectario disparatado o si son ricos o pobres.
  2. El año 2000 se acerca. ¿Se acerca el final del mundo, como muchos predicadores de varias sectas lo afirman?

  3. Esto es un disparate completo, pues así como el mundo no se acabó con el juicio penal de un Dios en el año 1000, así tampoco ocurrirá en el año 2000, como tampoco en el año 3000, etc.

    Los profetas del fin del mundo ya existían en tiempos antiguos, e igualmente habían temerosos adeptos crédulos de tales charlatanes. Entre éstos se cuenta también la iglesia cristiana, que con su Biblia amenaza con el "día del juicio final", etc., de modo que no es de asombrarse cuando muchas sectas cristianas y sus grandiosos jefes amenazan con un supuesto e inminente fin del mundo. Un tiempo especialmente popular para las profecías del fin del mundo, de algunos chiflados y sus creyentes, son siempre los cambios de siglo y de milenio, cuando el tiempo avanza de un siglo o milenio al siguiente.

    Si ocurriera de verdad que la tierra en algún momento dado fuera destruida, tal vez por un meteorito o un cometa gigantesco procedente del espacio, entonces esto no sería ni más ni menos un evento cósmico que no tendría definitivamente nada que ver con la venganza o el juicio penal de un Dios creador, de todos modos imaginario, o de su supuesto hijo Jesucristo.