La Vida y la Muerte Están Inseparablemente Unidas Entre Sí

Y en realidad, si se reflexiona profundamente sobre la vida y la muerte así como sobre el fallecimiento y el sentido de la vida - el cual significa la evolución consciente – entonces no es difícil comprender la certeza de la muerte. El universo es muy antiguo, sin embargo no hay en él ningún ser vivo que esté ligado materialmente a un cuerpo, ya sea de naturaleza animal o humana, que sea inmortal. Sólo es inmortal la energía creacional, de la cual consisten todas las formas espirituales de naturaleza animal y humana así como vegetal. Así también es propio de la naturaleza del cuerpo humano que sea pasajero, vulnerable y variable, siendo totalmente igual de qué índole sea este cuerpo, tanto gordo como delgado, bonito o feo. En todo caso, desde el nacimiento él va incesantemente en dirección a la muerte y al fallecimiento, no habiendo nada que se lo pueda evitar. Incluso la riqueza o la pobreza no juegan ningún papel en la muerte, tampoco la fuerza corporal o la debilidad, ni la adulación o la hipocresía, ningún soborno, ningún ruego y ningún maldecir o cualquier otra cosa que el ser humano se pueda imaginar para escaparse de la muerte. Es decir que la muerte no hace ninguna distinción y busca a todos los que alguna vez nacieron. Si el ser humano reflexiona sobre la muerte, entonces al principio le invade un cierto malestar que lo intranquiliza, porque al principio, en sus pensamientos y en sus sentimientos, él cree reconocer y sentir algo amenazante en la muerte. Pero esta reacción también es útil, pues ella permite reconocer que la muerte realmente es inevitable y que está presente permanentemente en todas partes. Aunque el ser humano no sabe el momento de su muerte, cuando la vida se le derribará; de todas maneras él debe tener siempre la certeza de que la vida llegará a su fin por medio de la muerte. Nadie sabe cuándo le llegará la última hora; puede ser ya la próxima - o tal vez al día siguiente, en una semana, en un mes o en un año, en una década, o en tres o cuatro. Ninguna persona puede garantizarse a sí misma o a sus semejantes que aún vivirá la próxima noche. Incluso una minúscula circunstancia es capaz de provocar que la compañera muerte exija su derecho y que el ser humano deba abandonar repentinamente y de imprevisto su mundo material.

Las causas para ello pueden ser variadas y se pueden encontrar incluso en los alimentos, en el aire que uno respira o en las medicinas, en venenos y en toda clase de cosas en las que la persona nunca piensa. A fin de cuentas todo es posible para que la muerte le prepare un final a la vida, ya que ella no tiene necesidad de ninguna petición o regla especial, pues se las hace ella misma en todos los casos.