Sobrepoblación 02

Todo en este aspecto es completamente inútil y sin sentido si no se lucha ni se elimina el problema desde la raíz, es decir desde la sobrepoblación, la cual debe ser combatida y contenida rigurosa y radicalmente por medio de una suspensión de nacimientos mundial e intencional y mediante otras medidas necesarias. Esas son las únicas posibilidades y la única forma para prevenir la destrucción y la ruina de la humanidad, del mundo entero, de la naturaleza y de los animales y el planeta. Quien no ve esto o no lo quiere ver es una persona trastornada o demasiado cobarde como para ver de frente los hechos reales. Tales personas no sólo vociferan en contra de la existencia de la vida entera, sino que también son humanistas errados e irresponsables que con su forma de pensar y actuar no sólo ponen en peligro a toda vida, sino que la destruyen.

En realidad la verdad no puede ser expresada una sola vez con palabras que parten de un humanitarismo falso ni con palabras diplomáticas, sino única y solamente con palabras repetitivas, directas, duras y no diplomáticas, que no encubren la verdad, sino que despiadadamente exponen los hechos reales. Sólo de esa manera las personas se sienten abordadas o agredidas y se causa que reaccionen correspondientemente y comienzen a enfrontar los hechos de la verdad actual. A cada uno le resultará claro entonces, que a través de dicha reacción se expresará y se revelará la postura real de la persona y también su comprensión o incomprensión. Como regla general, las personas comprensibles y no arbitrarias se dejan informar y enseñar en detalle - mientras que los que no quieren comprender y son arbitrarios cuestionan siempre todo, no poseen conocimiento real sobre los hechos reales, y pretenden adoctrinar injustificablemente a los más sabios con ideas falsas e injurian a éstos como herejes, demagogos, y polémicos - únicamente porque su intelecto no es lo suficientemente amplio como para poder reconocer y comprender la verdad absoluta - o porque poseen algún título y creen erróneamente que son más sabios, con más conocimiento, y mejores que los demás que no poseen algún título.
Pero cuán equivocados están estos dueños de títulos, cuando la regla general demuestra que la luz de éstos, puesta bajo un nicho, no alcanza ni a iluminar su interior.