Boletín Especial 7

El artículo 42 trata de todo aquello que contraviene todo establecimiento y conservación de la paz, es decir: Si el consejo de la ONU opina que las medidas determinadas en el artículo 41 son insuficientes, entonces puede ordenar y tomar medidas con fuerzas armadas en el aire, mar y tierra para la “conservación o el restablecimiento de la paz mundial y de la seguridad internacional”. Esto incluye también bloqueos, manifestaciones u otros usos de las fuerzas armadas terrestres, aéreas y marítimas de la organización de las Naciones Unidas. En tal caso – óigalo y asómbrese del “amor por la paz”, “establecimiento de la paz”, y la “conservación de la paz” de este disfrazado poder mundial y ridícula organización – la ONU misma actúa como comandante de guerra cuando, según la Carta de la ONU, dentro de sus acciones también puede incluir acciones militares de los estados miembros. Y el hecho que también la “neutral” Suiza se unió a esta asociación extremadamente dudosa que de forma no neutral decide sobre guerra y paz, así como vida y muerte – tal como los estadounidenses lo hacen con la guerra, el terror y la pena de muerte – es el colmo y demuestra la clase de gente que son ciertos suizos que gritaron a favor de ello, mientras que los verdaderos suizos tuvieron que sangrar por ello. Por supuesto hay que tomar en cuenta que por lo menos las Naciones Unidas no pueden delegar semejantes acciones a los estados miembros, puesto que los artículos de la Carta regulan a través de convenios especiales con el consejo de seguridad la forma en que los estados pueden poner sus fuerzas armadas a la disposición de éste, los que entonces estarían bajo el mando un comité especial de estado mayor. Respecto al uso de la violencia, el artículo 42 regula todo como sigue: “Los planes para el empleo de armas serán establecidos por el consejo de seguridad con el apoyo del comité de estado mayor.”

En realidad, desde que existe el consejo de seguridad nunca ha sido capaz aun de formar un comité de estado mayor, y como consecuencia, tampoco ha estado en condición de llevar a cabo acciones militares por su propia dirección. Esto fue también así en la guerra Iraquí del presidente tontón Bush júnior, pues a los estadounidenses, como miembros de la ONU, les importó un comino la Carta de la ONU y todos sus artículos, y en consecuencia, con soberbia y arrogancia redujeron Irak a llamas y cenizas, provocando malvadamente el terror, muertes, mutilaciones, miseria, penuria, consternación, miedo y enormes destrucciones.