Boletín Especial 6

Por lo tanto, no hay casi ninguna diferencia entre el fundamentalismo religioso-fanático de, por un lado, George W. Bush, - quien parece haber reemplazado su antigua y generalmente conocida dependencia de drogas y alcohol, por el fundamentalismo, o por lo menos lo usa como una fachada, sin realmente creer en él, con el fin de ocultar sus verdaderos motivos – y por otro lado, el fundamentalismo del dictador y genocida Saddam Hussein, ni tampoco hay casi diferencia con el autonombrado luchador y terrorista “en nombre de Dios”, Osama bin Laden, quien tiene su propia organización de terrorismo y destrucción. Los tres son fanáticos del uso de la violencia malvada y asesina, que brota de un odio enraizado en sus entrañas, produciendo a su vez nuevo odio y más y más violencia, dolor, y destrucción en una medida ascendente.

En todas estas figuras psicópatas y esquizofrénicas, de las cuales la historia humana ya ha tenido suficientes (Hitler, Djengis Khan, Napoleón, los césares romanos, Pinochet, etc.) se puede distinguir también la característica arrogancia en sus decisiones. Sin embargo, con Bush, como dirigente del poder más grande en este mundo, todo está exacerbado en una manía de cesarismo, de alguien que quisiera dominar el mundo (“Quien no está conmigo, está en contra mía”.) Así Bush encabeza un grupo sin escrúpulos y mafioso de tiburones financieros, para quienes el ser humano en el mejor de los casos, tiene un valor en dólares y cuyas intenciones están enfocadas en el petróleo y el dominio mundial. Para estos objetivos no temen de usar ningún medio malévolo y, con una actitud cínica y de sangre fría, para todo tienen preparado una justificación fabricada por ellos mismos. La arrogancia sin fondo de esta obsesión por el poder amenaza con arrastrar a este planeta hacia el borde de otra conflagración mundial, provocada por una nueva intromisión de los EE.UU. en los asuntos de otro país.

Tampoco el hecho de que Saddam es o fue un monstruo y que por eso debe/ió ser eliminado de su posición, nunca justifica reducir a cenizas a un país y de masacrar a su población. No obstante, esta vez los EE.UU. también ha sacado sus garras por el petróleo, para apropiarse de las reservas en vista de sus propios problemas de energía y económicos, y quieren recalentar este último con el negocio de armamentos, pudiendo probar al mismo tiempo armas nuevas para otros futuros planes sucios de este mismo tipo.