Boletín Especial 2

La más misericordiosa interpretación del envolvimiento de Tony Blair en todo esto es que él creía que montando el tigre él podía dirigirlo. No puede. En su lugar le dio una falsa legitimidad y una voz suave. Ahora temo que el mismo tigre lo tiene acosado en una esquina y él no puede escaparse.

Y lo más chistoso es que, mientras Blair está contra la pared gracias a su boca, ninguno de los líderes de la oposición lo pueden tocar. Pero esto es una tragedia de Gran Bretaña tanto como de Norteamérica: mientras nuestros gobiernos dan vueltas, mienten y pierden su credibilidad, el electorado simplemente levanta los hombros y mira en otra dirección. El mejor chance personal de Blair de sobrevivir debe ser que a última hora, la protesta mundial y una envalentada ONU fuerce a Bush a poner su pistola nuevamente en su funda sin disparar. ¿Pero qué pasaría si el cowboy más grande del mundo regrese a su pueblo sin la cabeza del tirano para enseñarla a sus camaradas?

El peor chance de Blair es que, con o sin la ONU, él nos va a arrastrar hacia una guerra que, si hubiera habido el deseo, podría haber sido evitada; una guerra que no ha sido más debatida democráticamente que en los EEUU o en la ONU. Haciendo esto, Blair ha retrocedido nuestras relaciones con Europa y el Medio Oriente por décadas en el futuro. Él habrá ayudado a provocar retaliaciones imprevisibles, grandes disturbios domésticos y un caos regional en el Medio Oriente. Bienvenidos a la fiesta de la política extranjera con ética.

Hay un camino en el centro, pero es uno difícil: Bush se lanza sin la aprobación de la ONU y Blair se queda en la orilla. Adiós a la relación especial.

Me intranquilizo cuando oigo a mi Primer Ministro prestando las palabras falsas de su alto oficial para esta aventura colonial. Sus muy reales ansiedades sobre el terror son compartidas por todas las personas sanas. Pero lo que él no puede explicar es cómo reconcilia un asalto global a Al-Qaeda con un asalto territorial a Irak. Nosotros estamos en esta guerra, si se realiza, para asegurarnos de nuestra relación especial, para coger nuestra parte del botín petrolero, y porque después de todos los abrazos públicos en Washington y Camp David, Blair tiene que aparecer en el altar.