La Vida en lo Espiritual y en lo Físico

La raza humana de la Tierra ha entrado en una fase que atestigua un cambio radical cósmico de suma fuerza. Es una nueva era, una nueva época que se vislumbra cada vez más claramente y más distingiblemente ante los ojos atentos de seres humanos con la conciencia más desarrolladas. Sin embargo, la mayoría de la humanidad terrestre está sumida en el más profundo abismo de la ignorancia y de la esclavización de la conciencia, de modo que se ha vuelto urgente la necesidad de llegar realmente al fondo de las causas de su descenso y de mostrárselas mediante un mensaje y una enseñanza correcta, clara y reveladora. Al mismo, también se ha vuelto imprescindible señalar nuevas direcciones que conduzcan a un futuro de comprensión y de armonía de la conciencia. Que esto entonces permita al hombre de la Tierra abrir sus ojos y oídos para que sus esclavizados pensamientos rompan con las falsas enseñanzas, para que escape de todas las falsedades antiguas y tradicionales y de todo mal, y que finalmente capte todo según la verdad. Que él, el hombre de la Tierra, pueda abrir ahora sus sentidos de la conciencia al reconocimiento de la verdad. Que levante su mirar hacia lo infinito del espacio del universo, donde las estrellas reinan en la perennidad, en soberana y majestuosa calma. Que vea estas estrellas, que en orden creacional recorren sus órbitas por miles y millones de años en armonía con las leyes universales de la Creación, cumpliendo con los mandamientos que deben seguirse.

Así como en la Tierra misma, también en todas esas estrellas gobiernan leyes y mandamientos creacionales; leyes arraigadas en la lógica y en el amor de la Creación misma. Es un regir y existir eterno, un SER y devenir perenne en la formación infinita. Y que el hombre baje entonces su mirada hacia su Tierra, ya que ahí también se cumplen en orden férreo las mismas leyes y los mismos mandamientos. El hombre, la Tierra y todas sus diversas formas de vida están sujetas a estas leyes y estos mandamientos, como un diminuto pero importante eslabón en la cadena de creaciones de la Creación.

Ahí donde la naturaleza vive con las leyes y los mandamientos dados por la Creación y no ha sido tocada por la mano del hombre y logra existir todavía completamente imperturbada, ahí reinan la belleza, la fuerza, la majestuosidad y la grandeza armónica, absoluta y perfecta, sin jerarquía alguna. Pero dondequiera que hay rastros de intervención humana, de orden ilógico y deliberado y se ven correcciones intencionales, allí decaen la belleza, el poder, la majestuosidad, el orden y la grandeza.

La armonía es destruída, transformada y hasta hecha imposible. La naturaleza, sin desearlo, se vuelve testigo de la irracionalidad y la falta de sensatez del ser humano de la Tierra, quien se regocija tanto en referirse a sí mismo como la corona de la Creación. Él vive con su ilusión de autoelegido corona de la Creación y no está consciente de que sólo se ha puesto una corona que no merece. Además, se trata de una corona demasiado grande para él, que no puede llevar y que amenaza con aplastarlo con su peso.

En verdad, el hombre de la Tierra ha avanzado y se ha desarrollado "espléndidamente bastante" hasta el presente, hasta el momento del cambio en el cercano año 2000, y se ha llevado a sí mismo hasta el borde de un profundo abismo y ante las garras de la bestia de la demencia - siendo empujado por doctrinas erróneas y cultos de la más mala degeneración que producen odio, avaricia, vicios, penurias, lujuria y derramamiento de sangre. Y él, el hombre de la Tierra, quien se autonombró la corona de la Creación, él, quien gobierna el mundo y el universo - o los pretende gobernar - que ha conquistado el aire, el agua y el fuego, ha olvidado desde tiempos inimaginables cómo ser un ser humano verdadero, y cada vez más verdadero, y cómo pensar, actuar y vivir según normas espirituales y puras. Por eso, también ha olvidado fundamentalmente cómo vivir por sí mismo como un ser humano valioso en comunidad con otros seres humanos. En todas sus formas él anhela cosas y asuntos puramente materiales y materialistas y desprecia así como malas las cosas del espíritu, del progreso, del amor, de la verdad, del conocimiento, de la lógica y de la sabiduría.

Desde tiempos inmemoriales, el hombre de la Tierra solo ha querido una sola cosa: conseguir el poder, conseguirlo bajo cualquier circunstancia. Y cuando lo consigue, entonces lo utiliza sólo para la esclavización y la subyugación. Su grito de guerra siempre a sido luchar; y su victoria: la manifestación del infierno. Mediante muy malas y falsas doctrinas que esclavizan la conciencia, en su mayoría de forma culto-religiosa, él creó la coacción y la hipocresía; y a través de ellas hablaba de honor y de libertad cuando en realidad sólo pensaba en la esclavización de la conciencia, el abuso y la explotación en todo aspecto y en la dependencia absoluta.

El hombre de la Tierra olvidó hace ya mucho tiempo a exhibir su verdadera cara, ya que con el comienzo de las religiones de culto la enterró dentro de sí mismo y la perdió. Así, él lleva solamente una máscara rica en colores, pero de aspecto muy insípido, monótono e indiferente-estoico, egoísta, como una careta. Son muchos los seres humanos de la Tierra que por las falsas doctrinas de las religiones de culto, se han vuelto bestias o robots con conciencias trastornadas. Ellos, pobres de conciencia para la sabiduría y en forma ajena a la sabiduría, pasan sus días, meses y años en la Tierra, desconociendo la más mínima noción de la verdad real, con todas sus aspiraciones sólo para el poder, la avaricia, el materialismo y el odio contra sus semejantes y contra sí mismos, maliciosos y deshonestos, para un día morir llenos de odio, llenos de angustia y llenos de desarmonía cuando les llege la hora.

El hombre organizó y ordenó todas las cosas del mundo, sometiéndolas todas con su inteligencia y su razonamiento; y hasta ahora sólo a esa sumisión estaban dedicadas todas sus aspiraciones. Para él, la apariencia valió mucho más que la verdad de la EXISTENCIA. Él perdió los elementos fundamentales de la verdad eterna del espíritu y de la Creación y se sujetó desde muy temprano a las enseñanzas irreales de las religiones de culto. Sus doctrinas erróneas y esclavizantes le eran, en su autoengaño, más cercanas y superiores que todas las leyes y los mandamientos de la Creación con sus verdades y su sabiduria. Por su forma de ver la vida extremadamente miserable, confusa y culto-religiosa, él creyó que rechazando las leyes y mandamientos creacionales reales y estableciendo leyes humanas, él podía mejorar la humanidad en armonía con las irreales religiones de culto, o conducirla a un futuro mejor, con mejores posibilidades de vida. Debido a la pérdida que ha sufrido del conocimiento de la esencia de la Creación dentro del ser humano, él quiere forzar la vida del mismo utilizando medios materiales y falsas doctrinas religiosas.

Por estas razones, él ha deludido a la masa de la humanidad terrestre con promesas falsas y con ideales e ídolos igualmente falsos en conexión con las doctrinas erróneas de las religiones de culto, y este camino pronto condujo a la esclavización, a la falta de libertad de conciencia, a la explotación, al odio y a la avaricia y a vicios de niveles terribles. Donde todavía quedaba algo de confianza, él la transformó rápida e incesantemente en mala desconfianza y en odio mortal. Y más y más se alejó de la vida verdadera, del propósito espiritual de su origen creacional. Él ha perdido el conocimiento de las antiquísimas verdades y sabidurías - que el hombre es la medida de todas las cosas de la Creación, creando dentro de sí mismo su propio perfeccionamiento de la Creación.

Hoy en día el cambio de la era y el curso de una nueva época cósmica demandan con urgencia la necesidad de que el hombre de la Tierra dé la vuelta en sus deseos y pensamientos y que voltée nuevamente hacia la verdad Creacional-espiritual, hacia los valores reales de la vida espiritual y consciente. Hasta ahora, sólo una diminuta y pequeña parte de la humanidad terrestre sabía o sospechaba que la forma de vida humana habita no sólo en la esfera terrestre, sino que vive en todas las distancias infinitas de este universo. E igualmente sólo una reducida y pequeña parte de todos estos seres humanos sabía que su espíritu y su conciencia se proyectan hacia las esferas de lo Creacional, las cuales no son perceptibles con los sentidos materiales. La Creación misma es el hogar real de cada entidad espiritual y por consiguiente también de todo ser humano, en cuyo cuerpo físico vive una parte de la Creación misma.

Realmente yace en el interés de cada ser humano, perseguir y alcanzar una ampliación y una profundización del espíritu y de la conciencia y revisar su concepto de la vida que ha sostenido hasta ahora. Un concepto de la vida que se desenvuelve en el puro materialismo y en los caminos irreales de la creencia, llevando así la verdad del espíritu hacia la mala perdición. El regreso no será fácil, pues es un camino lleno de enredos y espinas. En cuestiones de las verdades más decisivas, se debe andar a menudo por caminos opuestos, ya que el ser humano debe aprender que por la existencia de su espíritu creacional, él posee una parte inmortal para siempre, o sea el espíritu.

Un espíritu que trabaja conjuntamente con lo creacional y que no juega un papel servil como afirman las religiones de culto. Cada ser humano debe comprobar por sí mismo que su espíritu tiene una función creativa y que debe encontrar su perfeccionamiento dentro de sí mismo, para así garantizar la perfección en la Creación misma. En cada ser humano que alcanza este reconocimiento surge de ello una obligación ineludible que pone a la vida material de uno en segundo plano y de conducir su existencia espiritual hacia los mayores puntos de vista de la Creación, la que con su incesante cambio contiene la continuidad infinita.

Un ser humano que sigue la verdad no conoce ningún prejuicio, pues una opinión preconcebida obstruye la búsqueda, el descubrimiento y la honestidad misma. La persona que vive de acuerdo a la verdad sabe muy exactamente que toda verdad y toda sabiduría yacen en el flujo permanente de la continuidad infinita, así que ninguna opinión preconcebida encuentra justificación en la existencia. Sólo hechos de la verdad pueden ser hechos de la verdad, y sólo hechos de la verdad pueden ser hechos de la sabiduría, mas ninguna otra cosa. Esta es una ley en el gran camino de todo lo que ocurre, pues cada vida debe completarse en ciclos. Causa y efecto encuentran su validez en todos los campos, cuando estos están ordenados según leyes y mandamientos.

Una opinión preconcebida contiene todo lo ilógico de la duda y de lo falso; y si un ser humano llega a asimilar esta transmisión, entonces podrá darse cuenta de una mala debilidad humana, es decir, ver si él está por encima del nivel de la duda y de la crítica preconcebida, o si todavía lo domina el prejuicio. Si todavía está bajo la influencia de ideas preconcebidas, es mejor que ponga este mensaje a un lado, y que lo deje para aquellos que, libres de prejuicios, son capaces de buscar la verdad.

Por doquier en el universo se manifiestan diversas formas de vida, y todas están basadas en una ley muy específica. Es aquella gran e invisible influencia de la Creación, que como misterio indescifrable causa la continuidad infinita y el cambio infinito. Todo lo que respira vida en el universo está sujeto, en tiempo y espacio, a esta indescifrable y misteriosa ley, excepto las formas espirituales, las que encuentran su existencia en la ley misma y no están sujetas a las limitaciones del tiempo o del espacio.

Una entidad espiritual es creacional debido a su origen en la Creación, por lo tanto la ley de lo transitorio no le afecta en la EXISTENCIA.

También todo lo que vive sobre la Tierra está conectado y sujeto al tiempo y al espacio, y por lo tanto a la ley de la existencia basada en el tiempo y el espacio. Es ésta una unión de las condiciones materiales de tiempo y espacio que manifiestan en su existir una regularidad de orden férreo; el cambio de tiempo y espacio en forma material, el surgir y devenir de la materia gruesa.

El reconocimiento de todos los hechos transcurridos en el pasado enseña, con respecto a la humanidad terrestre, que en los tiempos más antiguos, cuando el hombre de la Tierra aún vivía en armonía y cumplimiento de las leyes y de los mandamientos creacionales, sus aspectos y formas espirituales concordaban completamente con las leyes naturales dadas, y por lo tanto, la felicidad, el conocimiento, la sabiduría, la paz, la libertad, la lógica y el amor, como también la calma y la satisfacción formaban parte de un orden férreo. Con su auto-enajenación de la verdad de la Creación y sus leyes y mandamientos mediante las doctrinas erróneas que se degeneraron en religiones, se cultivaron malas cosas, como por ejemplo: el odio, la discordia, la esclavitud, el derramamiento de sangre, la envidia, la avaricia, el egoísmo, disputas y muchas otras manifestaciones indignas del ser humano. Por eso ahora es necesario analizar y señalar estas fuerzas destructivas, negativas y degeneradas que están arraigadas en el ser humano y lo impulsan, para de esta manera revelar el camino hacia la verdad y la libertad y la sabiduría, lo cual debe sacarlo de su desolación de la conciencia. Este camino, sin embargo, sólo puede ser trazado cuando simultáneamente se revela el sentido original de la vida y el sentido real del por qué el ser humano vive en realidad en su forma. Muchísimas seres humanos de gran personalidad han andado sobre la Tierra durante el transcurso de los últimos miles de años y se han preocupado por responder el cómo, dónde y por qué de estas grandes preguntas.

Sus esfuerzos, sin embargo, fueron en vano, y sus ideas, transmitidas hasta el presente, hoy igual que antes, son pisoteadas y vueltas infértiles. Muchos de estos mensajes y enseñanzas fueron consciente o inconscientemente falsificados y trasplantados a dogmas religiosos irreales, y así cambiados hasta volverse irreconocibles. Inalterables verdades fueron ignoradas o falsificadas sólo porque al hombre le resultaba muy incómodo seguirlas, por lo que hasta el presente, él debe soportar las malas consecuencias. Aquellos que transmitieron, enunciaron y defendieron la verdad, los verdaderos profetas, fueron pisoteados, condenados y maldecidos, privados de la vida y colmados de infamias. Pero aún no ha pasado el tiempo de tales eventos sobre la Tierra. Muchos sabios de la nueva era y mensajeros de la verdad aún deberán sufrir y soportar cosas similares de igual manera porque la masa de la humanidad, conducida erróneamente por las religiones de culto, quiere dirimir en ellos sus trastornadas y maliciosas creencias. Pero el cambio de la época y la nueva era cósmica, con todas sus verdades imponentes, les serán de ayuda en su lucha y les traerán la victoria.

Las razas humanas terrestres del presente viven en una mala exuberancia de codicias y placeres materiales. Su concepto del sentido de una vida sin problemas yace sólo en el mundo material, en el cual la ropa fina, una residencia elegante, lo mejor de comer y de beber, éxitos y ganancias financieras y la satisfacción de pasiones y vicios juegan papeles decisivos. En su forma de pensar errónea, de conciencia falsa, la gente describe esto como una "vida satisfecha" - naturalmente por carecer del conocimiento de la verdad. La gran mayoría de la humanidad terrestre se esfuerza, sin excepción, en tomar posesión tan rápidamente y con el menor esfuerzo posible, de riquezas materiales a menudo enormes y de lograr el poder sobre otros. El nivel de riqueza material y la posición social y profesional determinan el valor de un ser humano, y sus valores espirituales y de conciencia - los que realmente son los únicos valores - no son tomados en serio y son completamente despreciados, pisoteados y tachados como estúpidos. Hoy en el presente, la reputación del ser humano se estima de acuerdo a su nivel económico y de acuerdo a su rango y título. Para estos seres humanos, la realización de su último sueño significa una jubilación descansada y despreocupada, estando hasta orgullosos de haber alcanzado un nivel de cultura tan "alto".

El orgullo de la humanidad terrestre de su lograda "altura cultural" se refiere a logros materiales de mínimo valor, sin embargo, todos sus valores de tipo cultural caen en el fracaso cuando se considera el desarrollo de la conciencia.

Incluso la vida, despojada de qualidades nobles, no encuentra ningún reconocimiento con respecto a algún sentido de cultura. El más crudo egoísmo es la motivación más fuerte de todos los pensamientos, acciones y obras humanas; y esta raza es demasiado cobarde como para volverse consciente de este hecho y de confesárselo a sí misma, ni siquiera en secreto. Debido a que al hombre le falta el valor de enfrentarse con la verdad y debido a que continúa viviendo en una hipocresía depravada y enajenante, ya no hay más comprensión entre la gente. Cada ser humano vive aislado en sí mismo y sólo para sí mismo, defraudándose y condenándose a sí mismo y dejándole al prójimo tan sólo la respiración.

Se han hecho muchos intentos por traerle al hombre la verdad y la sabiduría y de ofrecerle así una vida del conocimiento acerca de la Creación, de enseñarle el camino hacia la Creación y hacia sus leyes y mandamientos. Sin embargo, todos los intentos fueron en vano, y sin excepción, todas las embarcaciones de la verdad quedaron varadas y se hundieron en las profundidades abismales de la incomprensión de los seres de la Tierra.

Los seres humanos que han buscado la verdad nunca han tomado el mal por la raíz, así que nunca pudieron encontrar conocimientos. Y no tomaron el mal por la raíz porque eran portadores de un sentido de vida falso y superficial, y sus deberes reales se perdieron porque reemplazaron las fuentes efervescentes de la EXISTENCIA infinita por dogmas religiosos irreales y dejaron que terminaran en la locura.

Lo que es perenne, es eterno, y en la eternidad perenne yacen la verdad y la sabiduría de la fuerza y de lo todopoderoso de la Creación. Cuanto más se acerque el ser humano a esta verdad y labore hacia ella, más fácil le será cumplir las leyes y mandamientos en el orden creacional. Ahí donde el hombre reconoce la verdad de la Creación y cumple sus leyes y mandamientos, ahí el orden de la duración infinita ilumina radiantemente su vida. La calma, la paz y el amor serán los compañeros de la vida a través de tiempo y espacio, y reflejarán la perfección de la armonía creacional.

Valores del Interior

De verdad, la vida es una lucha, una disputa con uno mismo siempre repetitiva. Las distracciones superficiales de la actualidad siempre tratan de entrometerse, encubriendo y queriendo estar en primer plano, pero el fondo real siempre vuelve a irrumpir de manera indetenible; aún ahogado por el ruido, tapado, descarriado, sobrecargado, sepultado hasta al máximo ..., él siempre esta ahí, listo a irrumpir por el caos acumulado y algunas veces también sólo en forma sugestiva, a mostrar sonriendo que él está encima de todo, invulnerable, majestuoso y viendo desde arriba cómo el hombre se humilla hasta hacerse polvo él mismo.

El sí mismo del ser humano es la perla más preciosa, el tesoro más grande que el ser humano lleva escondido dentro de lo más íntimo de sí mismo - la piedra filosofal.

Él es de plata y de oro, y sin embargo, no consiste de ellos. Él le habla al hombre mismo - y casi siempre el hombre no lo escucha. Él es la luz eterna, la luz de la era universal - en toda oscuridad y en todo lo sombrío en torno al ser humano. Él quiere hacer del hombre un rey - pero el hombre lo viola. El anhelo de todo ser humano lo busca desesperadamente fuera de sí mismo, y sin embargo, está tan cerca - dentro de cada ser humano.

La unión con él capacita al ser humano para procrear, y con él, el ser humano puede crear todo. Pero siempre fueron sólo unos pocos, en miles de años, los que se unieron a él y de esta manera crearon conocimientos mayores que fueron causa del progreso.

Los impulsos y las motivaciones formaron el mundo terrestre y el medio ambiente y transformaron y crearon condiciones exteriores cada vez mejores, mientras que las interiores se atrofiavan y desvanecían. Hoy en la era moderna, gradualmente se vuelve necesario, por las buenas o por las malas, dar la vuelta y regresar por los caminos que conducen hacia los valores del interior, hacia los inalterables tesoros que el hombre ha buscado por mucho, mucho tiempo al exterior de sí mismo. En esto, el hombre ha perdido la medida correcta y debe aprender nuevamente a encontrarla para poder equilibrar todos los extremismos y finalmente avanzar a lo esencial, lo cual es la razón del por qué el hombre vive aquí en este mundo. Que entonces todos los que ven con muchísima más perspicacia sean reconocidos y respetados por los rezagados.

El número de los que se equivocan y continúan equivocándose es casi infinito. Y es de preguntarse cuántos errores y descarriamientos son aún necesarios hasta que incluso el último ser humano de la Tierra comprenda finalmente hacia dónde debe llegar realmente el camino y hacia dónde verdaderamente llega.

Realmente, con la verdad, de veras: La vida es luchar, también en la felicidad y en el amor.

Y sólo algunas veces lo podemos olvidar, tomados por el hechizo de la actualidad, totalmente fascinados por el eterno devenir y perecer, subir y bajar e ir y venir de todos los movimientos vitales necesarios, los que transforman y que en esto tampoco excluyen al hombre. La única esperanza es la inesquivable y regocijante meta superior de pasar al siguiente grado, donde continúan el aprendizaje y las pruebas prácticas. Por lo tanto se te dice a tí que lees estas palabras, ser humano de la Tierra: cumple ahora y aquí, en este momento, con tu deber y entrégate a lo que está por hacer.

El arte inspirado te permitirá, ser humano de la Tierra, vislumbrar por unos pocos y evasivos instantes la belleza del espíritu, cuyas sensaciones puedes captar a veces y en ciertos momentos. Para esto, sin embargo, la disposición animada y agradable, esta forma de ser suelta y relajada, es un requerimiento urgente.

UNA PALABRA IMPORTANTE

En cada ser humano arde inextinguiblemente el deseo por la certeza, especialmente por la certeza de su existencia y su permanencia mucho más allá del perecer terrestre; esto que el hombre llama la muerte. Esta certeza puede manifestarse individualmente en cada ser humano que venza a su propio ego, ya que en verdad sólo la neblina del ego es la que impide la vista al reino de la vida verdadera, de lo espiritual, más allá de la transformación del devenir y perecer. Esto es porque el ego, el "yo", valora demasiado su propio bienestar hasta que en muchas personas se desarrolla hasta el egoísmo. Entonces penden sobre cada persona y sobre la humanidad terrestre entera la duda y la incertidumbre, como pesados nubarrones de donde irrumpen sobre el hombre truenos y relámpagos imprevisibles; provocados por el egoísmo y el materialismo y todas las demás cosas indignas del hombre a las que se ha sometido y que lo mantienen cautivado. Luchar contra esto, debe ser uno de los primeros mandamientos del hombre, pues sólo cuando mediante el reconocimiento de la verdad, el sol del amor, el cual encarna la revelación del espíritu de la vida, se levante sobre el horizonte de la psique humana, ahuyendo los nubarrones, sólo entonces podrá reconocer el hombre qué tan cerca de la certeza realmente está y qué tan infundadas eran sus angustias y preocupaciones. Lamentablemente, todavía hasta el presente, para muchos seres humanos sólo la muerte del cuerpo físico significa el comienzo de la vida real y el nuevo y gradual irradiar del zohar interior. Sin embargo, por causa de la ignorancia puede ocurrir en la próxima reencarnación lo mismo que en la vida anterior si no se lucha ni se labora arduamente por un mejoramiento durante la vida anterior. Sólo mediante un real renacer interior se termina en una sola vida terrenal con la obscuridad causada por la ausencia absoluta o media de luz, cuando la luz de los sentidos internos se vuelva visible para el hombre y la actuación del espíritu de la vida ya no le parezca solamente como un destino apático que en realidad él mismo crea con deformación. Sin embargo, si brilla finalmente el zohar dentro del ser humano, entonces él reconoce lo invisible, lo poderoso del espíritu y su ilimitada fuerza como lo realmente activo, mientras que lo que se hizo visible ya se desvanece nuevamente como sombra, pero quedando como recuerdo permanente y vivificante, para seguir actuando, para ser provechoso en la evolución.

Con muchos seres terrestres todavía es así, que detrás de todo amor y de todo deseo de ser uno con todos, motivado por amor, acecha el miedo puro - el miedo de todo, del fin del amor, el miedo de la muerte de seres queridos, el miedo de estar separados y de estar reunidos nuevamente, y sobre todo - el miedo de pasar de este lado hacia el más allá. Estos miedos se aúnan con el del dolor, brotando de la información errónea y de la doctrina errónea, de que toda vida siempre cae víctima de la muerte final y siempre vive de otra vida, destruyéndola y debiendo destruirla para existir ella misma. Un pensamiento realmente terrible, que sin embargo, sólo surge de la naturaleza del hombre de la Tierra debido a la incomprensión de la verdad real; pues que toda vida vive de otras vidas, hasta ahí es correcto, pero una vida no aniquila otras vidas para poder existir o vivir. Una está integrada en otra; y una vida ayuda a la otra, para en su tiempo dado volver a incorporarse al perecer cuando haya cumplido su tiempo y su deber. La vida no es un sacrificar y ser sacrificado contínuo como erróneamente lo asume el hombre y como se le reafirma mediante falsas doctrinas al respecto. Más bien es en realidad sólo un devenir y perecer en el sentido de una evolución que progresa continuamente y sólo en el sentido de las reglas, mandamientos y leyes creacionales, en las cuales se integra también la Creación misma en todo respecto. Por lo tanto, se trata sólo de un proceso inmensamente largo de renacimiento y renovación a través de muchas edades en la rueda del devenir y perecer. Así como el perecer, o sea la muerte, alcanza hasta el corazón de la vida, así igualmente se levanta la vida, el devenir, desde las profundidades del corazón de la muerte, complementándose y unificándose dos reinos, conquistándose uno al otro al mismo tiempo y llevándose gradual y mutuamente el reconocimiento. La vida no se esfuerza por conquistar cada perecer o cada muerte una por una, sino por conquistar ambos, el devenir y el perecer en general, mediante la evolución. Se esfuerza por el desarrollo superior de todo lo que ha sido creado, hacia lo inmortal que da la esencia y actúa en lo más interior de incontables miríadas de formas de vida, hacia la meta final de todas las creaciones, hacia la Creación, hacia la conciencia universal.

El verdadero sentido de la vida en el campo material se ve fácilmente: es la victoria de uno mismo sobre el ego, el que constantemente quiere dominar, y la subsecuente evolución global de la conciencia y del espíritu. Vencerse a sí mismo significa que el hombre debe ayudar a su más alto SER a llegar a la victoria, para así a la vez reconocer un sí-mismo todavía superior, es decir, el sí-mismo creacional, que se despierta en el ser humano mediante una evolución aún superior. Ciertamente es ésta una de las tareas más difíciles de la vida humana, pero también la más bella, la más valiosa y la más productiva, pues detrás de esta tarea le espera al hombre la más alta certeza de su SER, por todos los tiempos, más allá de todas las formas de ser exterior y física. Como el espíritu de vida dentro del ser humano es una parte de la energía espiritual de la Creación, es necesario que él recuerde la raíz creacional de su ser, para unirse, por medio de una real introspección, con lo que perdura dentro de él mismo por todos los tiempos, pues ser uno con el espíritu de la vida dentro de él mismo, con la parte de la Creación dentro de él, significa volverse absolutamente libre, libre también del miedo de perecer, de la muerte. Ser uno con la parte de la energía creacional dentro de uno mismo significa también, reconocer el otro ego detrás del ego exterior, es decir, el sí-mismo creacional. Ciertamente ésto es lo más grande, y para aquél que todavía no esté preparado en su interior, realmente lo más tremendo que puede experimentar el hombre; es decir, verse y reconocerse realmente a sí mismo - a su propio ego más esencial, el cual alcanza hasta más allá de todas las esferas y límites y flota por encima de todos los sentidos hacia las regiones de la Creación, las que se extienden, inconcebibles para el hombre, por todas las eras universales. Quien se une con la parte de la Creación que está dentro de uno mismo, con el espíritu, disuelve a la vez el misterio de perecer, la muerte, tan tremendo para el hombre, pero en realidad tan inofensivo; y reconoce a la muerte simplemente como el otro lado de la vida, que no significa nada más que el dormir en el campo físico que sustituye el estar despierto durante el día. Sólo por la insensatez humana, el desconocimiento y su ceguera, se cree que el dormir es el lado más obscuro de la vida, por eso se tiene también la misma opinión con respecto a la muerte. Ciertamente se reflejan aún muchos otros factores en el miedo a la muerte, pero mencionarlos todos no tendría sentido.

Sólo queda por explicar: lo que el cuerpo humano, al abandonar la vida, puede descifrar sólo vagamente, la parte de la Creación dentro del ser humano lo puede hacer evidente con toda claridad y verdad: es decir, la certeza de la duración absoluta del hombre por todos los tiempos. Imperturbable, el hombre debe dirigir su mirada hacia las tareas de su vida terrestre, con el conocimiento de que en este lado gobierna el reino de la materia gruesa, y en el más allá, el reino de la materia fina, y que sin embargo, los divididos reinos de este lado y del más allá, son un sólo reino, existiendo en el mismo sitio y en el mismo marco de tiempo, pero sólo en diferentes dimensiones.

Ciertamente la suma total de los problemas y sufrimientos sobre la Tierra parece mucho mayor que la de la alegría y de la felicidad. Pero esto es solamente una conclusión equivocada del hombre mismo, pues él es de la peligrosa opinión que de hecho es así, a raíz de las falsas doctrinas y las confusiones que le han sido transmitidas e implantadas. Sin embargo, de ninguna manera es así, ya que las penurias y el sufrimiento, así como la alegría y la felicidad continuamente mantienen el balance entre ellos. Sólo por la forma de pensar equívoca del hombre, él mismo sobrevalúa las penurias y los sufrimientos y los registra y los mantiene constantemente en la memoria, mientras que los sucesos de alegría y de felicidad los olvida muy rápidamente y se le pierden. En estos aspectos, él todavía no ha aprendido a moverse equilibradamente y a registrar por igual lo positivo como lo negativo y a conservarlos como recuerdo. El caso opuesto, sin embargo, resulta en lo mismo, cuando el hombre conserva solamente lo positivo, lo bello, lo feliz, el amor, y lo agradable en su memoria. Aquí tampoco se ha creado ningún equilibro entre lo negativo y lo positivo, y así una forma aumenta demasiado con respecto a la otra, resultando esto en una falta de asimilación o de integración, lo que significa que un factor se vuelve predominante. A pesar de todo, el hombre puede ver y reconocer su destino como ser humano de modo que sea capaz de cambiar las condiciones y de conseguir trabajando, de los sucesos de la obscuridad, una isla de zohar y de seguridad. Él no necesita molestarse o preocuparse por la duración del tiempo, ya que hasta la realización de la meta superior, millones y miles de millones de años pueden caer al pasado todavía.
Muchos miles y millones de años le están disponibles y dados al hombre, para que él aplane nuevamente lo que él ha agrietado, la faz de su mundo natal; en el presente, sin embargo, él debe dedicarse al cambio ofrecido hacia la intervención en la meta de la evolución, tomar realmente la mano de ayuda y comprender el conocimiento ofrecido de la verdad y conseguirlo trabajando hacia la meta.